sábado, 16 de mayo de 2015

Cambiando dinero por el mundo

Cuando uno va de viaje a un país con diferente moneda, pierde temporalmente la noción del precio de las cosas. No sabes si algo es caro o barato hasta que pasan unos días. Durante ese tiempo, ya te pueden haber estafado varias veces. Además, dependiendo de dónde y cómo cambies el dinero, habrás hecho un buen o un mal negocio.



 El cambiar de dinero lo encuentro una de las partes más divertidas de un viaje. Sobre todo si estás en un país "barato", ya que si es caro y haces un mal trato pierde toda la gracia.
En países dónde la moneda está muy devaluada, se habla de "hard money", moneda fuerte - Dólar o Euro normalmente-, y "soft money" para la moneda local. Es el caso actualmente de Venezuela, pero también lo era en los países del Este cuando viajé por ahí (Polonia, Checoslovaquia, Rusia, etc). En estos países, lo normal es que haya un cambio oficial en el banco y un "mercado negro". Cuando la gente ve que su moneda pierde valor día a día, intenta salvar sus ahorros cambiándolos a dólares o Euros. Es normal que en estos países haya restricciones para comprar divisas extranjeras, por lo que se suele recurrir al mercado negro. 
Recuerdo que cuando fui a Polonia en el 89, en el transcurso de un més me llegaron a pagar el doble de Slotis! por la misma cantidad de dólares. Es una diferencia brutal. Era conveniente cambiar poco a poco, pues cada día te salía más barato comprar lo que fuese. Lo mismo suele suceder ahora en Venezuela. Desgraciadamente, lo que va siendo barato para tí va encareciendo los productos importados a los locales del país, que con esas inflaciones acaban en la miseria.
Otra cosa curiosa que ocurre, es que no hay monedas o son inservibles. Culpa de la inflación, las monedas no tienen ningún valor práctico y uno se mueve con fajos de billetes. Pagas con billetes (a veces muchos) cosas de consumo diario. Recuerdo haber salido de una casa en Moscú con un fajo de Rublos de al menos un palmo de ancho.  Y luego se gasta rápido.


 
A veces, sí necesitas monedas. Por ejemplo, para las consignas en las estaciones de trenes. Recuerdo cuando estuve varias veces en Tallin en el año 92,  no habían actualizado el precio que se pagaba por dejar la mochila y necesitabas una moneda de unos pocos Kópeks que no valía nada pero que era imprescindible en las consignas.
Si algún día has de ir a cambiar dinero negro, te será muy fácil. Normalmente en dónde llegan extranjeros (aeropuertos, estaciones de trenes) se aborda a los turistas y se les dice al oído "change money, change money". Lo primero que a uno se le ocurre es salir corriendo, pues al llegar llevas dinero encima. Lo importante, no obstante, es saber si quieres o no cambiar y a cuanto está el cambio ese día. Puede incluso cambiar mucho entre diferentes ciudades. En Venezuela se suele pagar algo más en Caracas que en otras provincias venezolanas. Oferta y demanda. En Caracas hay más extranjeros que venden Euros y Dólares. En caso de no encontrar a nadie para cambiar, yo lo que hacía era ir con el plano o mapa más grande que tuviese, abanicarme con él de forma bien visible y rápidamente aparecía alguien. Si no se habla el idioma del país, suele ser bueno llevar una calculadora vieja para escribir la cantidad a cambiar y el cambio. Hay que saber regatear e ir con mucho ojo. Siempre hay un riesgo de ser atracado: mejor no ir solo ni con cara de pardillo. También hay que conocer los billetes del país. Era normal encontrar billetes con varios ceros pintados "a mano" que te los intentaban colar.
Para finalizar os contaré una anécdota que me sucedió en Colombia, creo que en Cartagena de Indias. Por suerte tenía una de mis primeras guías Lonely Planet y explicaba cómo timaban a los turistas. Cuando me lo intentaron hacer los pillé.
Iba a cambiar 100 dólares y en una calle bastante transitada me puse de acuerdo en el cambio rápidamente. Siempre hay que pagar lo último. El chico contó todo el fajo que me iba a dar. Correcto. Me lo dio y me dijo de volver a contarlo. Lo hice y todo correcto. Luego, para mi sorpresa, me lo coge y lo vuelve a contar (ahí es dónde se guarda una parte). Luego ya insiste en coger los dólares, darme el fajo y despedirse. Como lo sabía por la guía, lo volví a contar. No hace falta, no hace falta, decía. ¡Ya lo hemos contado 3 veces! Seguí contando y le mostré que faltaba casi la mitad del dinero. Lo mandé a la mierda y me fui a cambiar al banco. La diversión se había acabado.
 

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